jueves, 17 de marzo de 2011

El Síndrome del Emperador

El fenómeno fue descrito y estudiado por un grupo médico encabezado por el psiquiatra Vicente Garrido, de la Universidad de Valencia. Se le llama Emperador, porque al igual que antiguamente lo hicieron estos personajes con sus súbditos, los niños con esta conducta se comportan como déspotas y tiranos con sus padres.
La violencia que ocurre en los niños y jóvenes descritos en este síndrome se presenta más o menos desde los 7 años de edad y es ascendente.
Pasan de los insultos verbales a la desobediencia total, a la desconsideración y las mentiras abiertas. Luego, viene la agresión física, el romper objetos de la casa y se dan casos ya de asesinatos.
En general son niños y adolescentes provenientes de hogares de clase media, con ausencia de culpa por sus actos, sin conciencia y reacios a cualquier ayuda.
Este síndrome del emperador aparece cuando un niño que debería ser feliz y hacer feliz a sus padres se convierte en el símbolo de una falta de tolerancia de la frustración que parece cada vez más dominante en nuestra sociedad. Este joven quiere hacer las cosas como él quiere, y lo quiere ahora, y no le arredra la conciencia a la hora de ser violento. Porque no quiere escuchar ni parece entender lo que sus padres tratan de enseñarle.
A continuación, expongo brevemente uno de los ejemplos que hay de este síndrome en nuestra sociedad. 
“Todo empezó cuando era niña. Pedía una cosa y la quería en el momento. Al principio creí que era la edad. Pero los empujones que me daba se convirtieron en palizas”. La madre sufrió malos tratos de su hija. “Me ha pegado más palizas que pelos tengo en la cabeza”, subraya duramente. En cambio, ante el padre no mostraba violencia.
Esta madre llevó a su hija a especialistas, pero no le detectaron ninguna enfermedad. “Hasta mi médico de cabecera y la policía que acudía a mi casa me decían que denunciara”.
Tiene otra hija mayor con quien no tuvo problema alguno, por eso está convencida de que la educación que ambas recibieron no ha sido la razón de las agresiones.
“Para evitar una paliza a veces le daba el dinero que pedía. Siempre pensaba que esto no me iba a suceder”.

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